Por Miguel Arregui EL OBSERVADOR

El hombre de aspecto enfermizo que encarnó en 2002
la fortaleza del sistema institucional uruguayo

En el invierno de 2002, cuando se desataron todos los vendavales y las personas se ponían a cubierto, un par de tipos con cara de yo no fui tomaron el timón del barco aporreado. Uno fue el economista Julio de Brun, que pasó a presidir el Banco Central, y el otro Alejandro Atchugarry, fallecido el domingo, quien dejó el Senado para asumir como ministro de Economía y Finanzas.
Alejandro Atchugarry Bonomi, nacido el 31 de julio de 1952, fue abogado, político y empresario. Se encuadró políticamente en la Lista 15 del Partido Colorado, que durante décadas lideraron Jorge Batlle y Julio Sanguinetti hasta el divorcio de 1988. Entre 1985 y 1990, durante el primer gobierno de Sanguinetti, fue viceministro y ministro de Transporte y Obras Públicas. Luego, entre 1990 y 1999, fue diputado y en 1999 asumió una banca en el Senado.
Tuvo una participación importante en la campaña que llevó a Jorge Batlle a la Presidencia de la República tras vencer a Tabaré Vázquez en el balotaje de 1999, y luego reasumió como senador.
Atchugarry fue el negociador principal del presupuesto del gobierno de Batlle, cuando ya la economía estaba en recesión profunda. Uno de los testigos, el tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro, entonces también senador, contó después a quien esto escribe: «Yo llegué a amar a Atchugarry. ¡Pobre Flaco! Tenía que negociar el presupuesto del año 2000 con los blancos, y a cada paso un parlamentario o un cacique le pedía algún rubro, algún gasto para tal o cual cosa. Nunca lograba armar la mayoría. Se le tiraban al piso a llorar, como los niños que no quieren ir a la escuela. Y allá iba el senador Alejandro Atchugarry, el negociador del gobierno, a convencerlos, a levantarlos del piso, a limpiarle los mocos, a negociar con ellos. Yo no sé cómo el Flaco no se nos murió; se iba achicando, adelgazando. Después de mil reuniones, después de mucho griterío, Atchugarry salió lleno de papelitos con pedidos. Nosotros, la oposición, recibíamos mientras tanto mil delegaciones del sector público, sindicatos, sindicatitos, escisiones de sindicatitos, hasta Directorios despechados. Y así salió el presupuesto: una especie de sancocho, un paquete atado con alambre».
A disgusto, forzado por su entorno político, Alejandro Atchugarry asumió como ministro de Economía y Finanzas el 24 de julio de 2002, tras la caída de Alberto Bensión, durante uno de los momentos más críticos de la historia moderna de Uruguay.Desde entonces fue uno de los rostros visibles de un gobierno que parecía ser arrastrado por la misma corriente que destruía bancos, empresas y empleos.
Atchugarry, viudo reciente, de aspecto tímido y enfermizo,fumador empedernido, actuó como un primer ministro político, bien aceptado por la oposición. Danilo Astori, uno de los referentes de la izquierda, le dio su respaldo explícito, pese a los reproches de Tabaré Vázquez. Ocho años después,José Mujica comentó al semanario Búsqueda que Jorge Batlle manejó bien la crisis de 2002, en particular al designar a Alejandro Atchugarry como ministro de Economía y Finanzas. Si «hubiera puesto una cara de banquero» todo habría sido más complicado con la oposición, estimó Mujica.
Poco a poco la nave se enderezó. Por iniciativa del presidente George W. Bush, el Tesoro de Estados Unidos dio a Uruguay una ayuda directa de 1.500 millones de dólares para forzar la asistencia del renuente Fondo Monetario Internacional. La «corrida» hacia los bancos se aplacó. En 2003 se renegoció parte de la deuda pública uruguaya, en acuerdo con acreedores aterrados por el desastre argentino. Los buenos precios internacionales y la aguda devaluación del peso, que licuó salarios y otros costos, devolvieron rentabilidad a las empresas.
Atchugarry renunció como ministro en agosto de 2003, después que la economía iniciara una vigorosa recuperación y un ciclo de bonanza que se extiende hasta hoy.
«Quiero mucho a esta sociedad –le dijo a Gerardo Tagliaferro en 2012–, pero la quiero mucho más después de ver con la tolerancia que asumió la crisis».Descartó el ofrecimiento de Jorge Batlle de postularse como candidato presidencial de la Lista 15 en las elecciones de 2005 y, tras culminar su período como senador, se retiró de la política para dedicarse a la actividad privada.Siguió viviendo en Solymar y desplazándose en una Fiat Duna destartalada. Su nombre resonaría en los años siguientes, durante la era del Frente Amplio en el gobierno, siempre ligado a vagos ofrecimientos políticos, siempre rechazados, y a una tenaz preferencia por el perfil bajo.

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